El consumo post-fordista ha propiciado el surgimiento de nuevas formas de alimentación y la introducción de nuevos alimentos. Este proceso se ha caracterizado por la revalorización de productos tradicionales y de su preparación, así como la aparición de otros hasta entonces ajenos a la cultura culinaria. A estos productos alimentarios (nuevos o revalorizados) se les ha añadido valores específicos. En algunos casos, medioambientales: permite recuperar especies locales en decadencia o formas de producción sostenible (p.ej. el consumo ecológico). En otros, se le atribuye propiedades para-farmacéuticas (p.ej. los alimentos funcionales). En otros, se introduce un valor ético o de solidaridad con los productores (p.ej. el comercio justo).


Estos cambios en los hábitos del consumo están teniendo consecuencias en las sociedades rurales encargadas de producir los alimentos. Los requerimientos de nuevos productos, o de los mismos pero ahora con características peculiares, impulsa cambios en la estructura productiva, en las relaciones sociales de producción, en las formas de comercialización y la relación con el mercado, etc. Favorece, también, la aparición de nuevos agentes en el ciclo agroalimentario (cooperativas de consumidores, neo rurales, ONGD, etc.).

Esta línea de investigación busca analizar estos cambios: ¿Qué influencia tienen estos nuevos agentes en las sociedades rurales? ¿A quién favorecen las transformaciones en los sistemas productivos? ¿La distribución de los costes y de los beneficios que comportan estas transformaciones es equitativa? ¿Reduce o incrementa la capacidad de negociación del productor en el circuito agroalimentario? ¿Favorece formas de trabajo comunitarias (cooperativismo) o impulsa la competencia individual?